24.3.09

td/030 - Historia de un héroe

Esta vez no será necesario gastar muchas palabras para presentar el objeto en cuestión. Se trata de un documento de texto mecanografiado en triple copia, hallado entre las viejas cartas y postales que mi abuela guardaba en una caja. La misma de la que salió el calendario-cancionero abisinio (vease td/015) y que aún será fuente de sorpresas para el futuro.


Cada copia de dicho documento se compone de dos ligeras hojas unidas por un clip metálico. No me queda claro si se trata de la redacción original o si éstas también son copias posteriores de un escrito mucho más antiguo. El título "PRO-MEMORIA" haría pensar a esta segunda opción.
Los hechos narrados remontan al 25 de noviembre de 1917, cuando Italia aún se encontraba en plena primera guerra mundial. De hecho en el texto se mencionan también algunas prófugas, y la misma causa del viaje que llevará al protagonista a viajar hasta el pueblo de Riccione (en la costa adriática septentrional), parece ser la intención de entregar una casa de su propiedad al Comité de los Prófugos para meterla a disposición de los que iban huyendo de las zonas invadidas por el enemigo.
Exactamente un mes antes, austriacos y alemanes habían infligido al ejército italiano un duro golpe en el valle del río Isonzo, que quedaría en los libros de historia como "la derrota de Caporetto" y que marcó el momento más dramático del conflicto para las tropas alpinas italianas.

El protagonista del relato no es un directo antepasado, pero de algunas maneras está enlazado a mi familia. De todas formas voy a sustituir su apellido por una neutra "X", lo que creo no afectará a la historia.
Pero basta ya de charla. Aquí va la transcricción completa del documento:

PRO-MEMORIA
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En la tarde del 25 de noviembre de 1917 el señor X Giovanni Battista (ya Jefe de Gabinete de las Ferrovias del Estado en Roma - calle Boncompagni), bajaba con su mujer (ambos procedentes de Roma) en la estación de Riccione y se encaminaba hacia la localidad de Fogliano, donde él poseía una casita que había venido a entregar al Comité de los Prófugos.

La vieja estación de trenes de Riccione en una foto de la época.

El tiempo era muy borrascoso y para abrigarse un poco los señores se refugiaron en el Estanco de propiedad del señor Gaspari (situado en Riccione Marina); entonces reanudaron la marcha, llegando con esfuerzo a la localidad de Fogliano, donde descansaron unos minutos en la vivienda del sr. Ratini, guardián de su casa.
En cuanto llegaron, los lúgubres e insistentes aullidos de sirena procedentes del mar llamaron su atención.

X, intuyendo que algún barco tenía que encontrarse en peligro no muy lejos de ahí, interrumpió la conversación y, rogando a su mujer que fuera a refugiarse a su casita, se dirigió audazmente y deprisa a la playa cercana.
Digo "audazmente" ya que el mal tiempo arreciaba de forma tan horrible que a pesar de las continuas llamadas de socorro lanzadas por el barco, la playa estaba desierta de pescadores, de campesinos, de "guardia di Finanza" y de "Carabinieri".
En la oscuridad el Sr. X vislumbró apenas a poca distancia de la orilla, un barco sacudido por las olas, y oyó los lamentos de los marineros que a toda voz gritaban: "¡Socorro, somos italianos, nos hundimos, sálvenos!"

El Sr. X, presa de viva conmiseración por el destino de la tripulación, se puso a gritar a gran voz hacia el barco que se reveló ser el cazatorpedero "Zefiro" de la Regia Marina, (en la foto de abajo, n.d.r.) de darse ánimo y que él iría a avisar a las Autoridades.
No obstante, antes de dejar la playa, creyó oportuno explorarla, y su precaución no fue vana porque divisó a un hombre que llevaba tan sólo una camiseta y un salvavidas al cuello, que congelado por el frío terrible, exhausto por el esfuerzo hecho nadando desde el cazatorpedero hasta la playa, estaba a punto de perder el conocimiento.

El pobre, expuesto de esa manera al viento helado y violento, cubierto de nevisca, era casi incapaz de pronunciar palabra, y a las preguntas podía contestar solamente de forma muy confusa; "Talian, talian, zefir, zefir" (o sea que era italiano y que el barco era el "Zefiro").
El Sr. X, al que el náufrago se agarraba semi inconsciente, lo sujetó y lo llevó hasta la "Trattoria dell'Alba" (un restaurante cercano a la playa). Llamó a la puerta y declarando a la mesonera su conocido nombre, pidió que se diera hospitalidad a un pobre náufrago.

Desgraciadamente la posadera, Señora Ida Conti en Patrignani, atemorizada por la noche borrascosa, respondió desde una ventana que se encontraba sola con los niños pequeños y que no podía abrir.
Así que el Sr. X, cargando de nuevo con el pobre náufrago que se moría de frío bajo su brazo, lo llevó a la más cercana casa habitada (propietario el Sr. Rossi) donde residían algunas prófugas (señoras Socol) que amablemente se hicieron cargo del desgraciado marinero, que se supo ser tal Vito Surdi de Monópoli, fueguista a bordo del Zefiro.

En dicha casa el Sr. X encontró amparado a otro náufrago (Sr. Bonezzi, torpedero del Zefiro) que se había refugiado ahí anteriormente y de él pudo aprender algo más sobre el suceso: entre otras cosas supo que el Zefiro contaba con una tripulación de unas ochenta personas, entre oficiales y marineros. Al enterarse de que la vida de tanta gente se encontraba en peligro, el Sr. X, no obstante su edad avanzada (60 años), acostumbrado a la vida pacífica de las tranquilas oficinas de correo y a pesar de la tormenta que atemorizaba hasta a los campesinos del lugar, fue otra vez corriendo hasta la playa en busca de otros náufragos. Sin embargo no vió a ninguno y la playa seguía desierta de cualquier militar. En respuesta a las invocaciones de auxilio procedentes del barco, volvió a repetir a gritos su exhortación a darse ánimo y advirtió de que iba de camino para llamar ayuda.
Antes de eso, se apresuró hasta su casita para avisar y tranquilizar a su mujer que - excitada por los lúgubres aullidos de la sirena y por los gritos no menos impresionantes de los marineros que pedían ayuda - esperaba con ansiedad, sóla en la noche tempestuosa, el regreso del marido; la informó de la situación y le dijo que tenía que ir enseguida a Riccione para pedir ayuda.


Panorama de Riccione a principios del siglo XX.

A las afectuosas insistencias de la mujer que le rogaba coger un poco de comida antes de salir de nuevo a la intemperie, el Sr. X contestó estas palabras: "Piensa que hay 80 personas en peligro, y un sólo instante de retraso sería un delito."
La mujer, a pesar de su inquietud, no se atrevió a insistir por la firmeza de su actitud, y también por la salveza que eso iba a representar para muchas personas que para cumplir con su deber se encontraban en peligro mortal.

Y el Sr. X, sin descansar y sin siquiera cambiarse de ropa repitió: "Mi deber me llama", y volvió a salir al tiempo terrible, a la lluvia incesante para llegar (él, empleado anciano, recién llegado de Roma después de un viaje agotador de 20 horas a causa de la reducción del servicio ferroviario) hasta Riccione Marina para avisar de lo ocurrido la Comandancia de los Carabinieri y de la Finanza.
Siendo desprovisto el Cuartel de los Carbineros del teléfono, él se dirigió acompañado por el Comandante, al Cuartel de la Finanza, donde se percató de que las Autoridades ignoraban por completo el asunto: insistió animadamente para que éstas telefoneasen a Rimini y a Ancona pidiendo el rápido envió de ayudas, vehículos de salvamento, y la llamada fue efectuada por el Comandante de Finanza Sr. Mareschini.


En la foto: Riccione hoy.

A continuación, el Sr. X, para cumplir con su tarea, guió personalmente a los S.res Comandantes Marchesini y Marchetti hasta el lugar del siniestro y a la casa de las Señoras Socol donde seguían hospedados los dos náufragos S.res Bonezzi (torpedero) y Surdi (fueguista).
En dicha casa fue redactada una declaración de lo ocurrido por los mismos Comandantes, donde se hace explícita mención de la tarea llevada a cabo por el Sr. X.
Después de todo esto, abatido por el cansancio y aterido, volvió a su casita (alrededor de las 12 de la noche) es decir después de haber caminado durante 4 horas bajo la helada y formidable borrasca que enfureció la noche del 26 al 27 de noviembre en el Adriático. (Los pescadores del lugar no recuerdan tormentas parecidas sino a distancia de 10 o 16 años atrás y quién esté al día de las noticias marítimas sabe cuántos otros siniestros por desgracia provocó.)

Al día siguiente el Sr. X empezó a padecer un vago malestar y después de otro día más cayó enfermo de neumonía.

A pesar de la asistencia incansable y atenta de la angustiada mujer (cuya existencia era apenada por las difíciles condiciones económicas del lugar, es decir, la falta de pan por ser desprovista de tarjeta, la falta absoluta de petróleo, etc.), y no obstante los sabios cuidados del hábil y experto Dr. Riccioni (médico conducto de Riccione), en la noche del 7 de diciembre de 1917 el Sr. X se apagaba inconsciente, asistido en la hora suprema solamente por la pobre y consternada mujer.

En consideración de todo lo expuesto, el firmante X Olindo, hijo mayor del Sr. X G.B., a nombre de todos los miembros supervivientes de la familia (compuesta también por la mujer S.ra Laura (...) y el hijo Enrico (Alférez de Infantería, prisionero de guerra en Austria desde 1915) inspirándose a superiores conceptos de humanidad y justicia, se atreve a dirigirse con ánimo deferente hacia aquellas Autoridades constituidas que a través de la elevación verbal de lo que pueda a Ellas constar sobre la antedicha exposición de los hechos, nos puedan facilitar la atención por parte del Ministro de la Marina, de un certificado de especial y cívil merecimiento en memoria de nuestro inolvidable perdido, sacrificado voluntariamente en circunstancias que proporcionan fúlgido honor a él, un triste orgullo para los miembros de su familia, y sobre todo un ejemplo inolvidable para cualquiera que albergue fuertes sentimientos de noble altruismo.
Con fe segura, que trae su alimento del culto que todos rendimos a la Justicia, la desconsolada familia confía en que la nobleza de sentimientos que anima en estas horas todas las conciencias puras y todas las valientes energías italianas, facilitará el reconocimiento no solamente espiritual sino también formal, del gesto de heroismo civil llevado a cabo por nuestro inolvidable Perdido.


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Desgraciadamente no sé cual haya sido el éxito de esta patriótica súplica, pero esta historia merecía ser contada incluso sin la certeza de un reconocimiento oficial.
El cazatorpedero "Zefiro", botado por la Regia Marina en 1904, consiguió mantenerse a flote hasta 1924, año de su definitivo desmantelamiento. Entre los hombres que formaron parte de su tripulación hay otro reconocido patriota y mártir de la Gran Guerra: el teniente de buque Nazario Sauro.

En la última parte del relato habréis notado que se nombra al hijo Enrico, "prisionero de guerra en Austria desde 1915". Le volveremos a encontrar más adelante, protagonista de otra aventura...

DETALLES:
Formato: cm 21 x 31
Páginas: 2

Procedencia:
Una caja de zapatos llena de cartas, postales y viejas historias.

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