Pequeña tesela de piedra negra (probablemente pizarra) perteneciente a una pavimentación de época romana.
Para empezar tengo que decir que nunca se me ocurriría sacar una tesela de un cualquier mosaico antiguo. Está claro que si cada uno de nosotros se llevara una pieza, ya no podríamos disfrutar de obras maestras como la que veis aquí abajo.
Sin embargo tengo la costumbre de observar atentamente el suelo donde camino y esto, además de ahorrarme sorpresas por parte de deyecciones de orígen diverso (canino, felino o humano), me lleva a notar a menudo cosas que pasan desapercibidas a los demás.
Por supuesto, en el caso de una visita turística en una zona arqueológica (donde aún siguen excavando), mi sentido de araña se afina aún más, llevandome a un estado de frenética excitación comparable con la de un perro de trufas en un bosque de castaños.
Ocurre así que, frotando un poco el suelo con la punta de un zapato en los alrededores de una famosa domus (mientras nadie presta atención), salga del suelo una piedrita con unas características peculiares. Un cubito exactamente igual a los que, unos metros más allá, forman el dibujo de un suelo de mosaico, roto en algunos puntos.
Evidentemente la cantidad de los hallazgos en nuestro país es tan grande que resulta imposible dar a cada pieza los cuidados necesarios e intervenir eficazmente para su conservación.
De hecho, resulta normal que bandadas de turistas interesados exclusivamente en los cuatro frescos vistos en la guía, vayan pisando sin darse cuenta una obra realizada hace 2000 años por un anónimo mosaiquista, sin que ésta tenga ningún tipo d protección.
El suelo del que estoy hablando no se puede comparar a los grandes mosaicos figurativos guardados en los museos, pero representa igualmente un trozo de historia, si no del arte, de la construcción.
Las teselas blancas y negras estaban dispuestas de forma muy simple, para cubrir el suelo de lo que tenía que ser un pasillo o una habitación de servicio de la villa.
Algo parecido a lo que se ve en la siguiente foto:
Por supuesto, en el caso de una visita turística en una zona arqueológica (donde aún siguen excavando), mi sentido de araña se afina aún más, llevandome a un estado de frenética excitación comparable con la de un perro de trufas en un bosque de castaños.
Ocurre así que, frotando un poco el suelo con la punta de un zapato en los alrededores de una famosa domus (mientras nadie presta atención), salga del suelo una piedrita con unas características peculiares. Un cubito exactamente igual a los que, unos metros más allá, forman el dibujo de un suelo de mosaico, roto en algunos puntos.
Evidentemente la cantidad de los hallazgos en nuestro país es tan grande que resulta imposible dar a cada pieza los cuidados necesarios e intervenir eficazmente para su conservación.
De hecho, resulta normal que bandadas de turistas interesados exclusivamente en los cuatro frescos vistos en la guía, vayan pisando sin darse cuenta una obra realizada hace 2000 años por un anónimo mosaiquista, sin que ésta tenga ningún tipo d protección.
El suelo del que estoy hablando no se puede comparar a los grandes mosaicos figurativos guardados en los museos, pero representa igualmente un trozo de historia, si no del arte, de la construcción.
Las teselas blancas y negras estaban dispuestas de forma muy simple, para cubrir el suelo de lo que tenía que ser un pasillo o una habitación de servicio de la villa.
Algo parecido a lo que se ve en la siguiente foto:
Todas las casas de la nobleza romana estaban enriquecidas por notables pavimentaciones musivas, encargadas a artistas que a menudo procedían de Magna Grecia y que se movían por todo el imperio difundiendo este arte.
En la edad imperial el mosaico, limitado anteriormente a las residencias de lujo, se difunde también en las casas comunes. Se desarrollan nuevas técnicas y nacen equipos de artesanos mosaiquistas anónimos.
Va tomando pie de este modo una decoración más simple pero decorosa, indicada para cualquier habitación de la casa, la llamada técnica blanco-negra:
Reduciendo la rica gama cromática a tan sólo dos colores, la ejecución de la obra se hace mucho más rápida y barata.
En la edad imperial el mosaico, limitado anteriormente a las residencias de lujo, se difunde también en las casas comunes. Se desarrollan nuevas técnicas y nacen equipos de artesanos mosaiquistas anónimos.
Va tomando pie de este modo una decoración más simple pero decorosa, indicada para cualquier habitación de la casa, la llamada técnica blanco-negra:
Reduciendo la rica gama cromática a tan sólo dos colores, la ejecución de la obra se hace mucho más rápida y barata.
Los mosaicos romanos se dividen en las siguientes categorías:
- OPUS SIGNINUM: de la cal de Segni, para suelos de cal y cocciopesto, llamado también battuto (pisado); está formado por teselas distanciadas que crean dibujos geométricos.
- OPUS SEGMENTATUM: para suelos de cocciopesto y cal con pómez y piedritas para formar dibujos simples.
- OPUS TESSELLATUM: cubitos grandes de hasta 2 cm de grosor; para grecas, fondos, dibujos geométricos.
- OPUS VERMICULATUM: teselas más pequeñas y de varias formas para obtener tonos de color, que siguen la figura, como la marca del buril en los grabados.
- OPUS SECTILE: pequeñas placas de piedra de diferentes colores; usado principalmente en composiciones geométricas o en rellenos.
- OPUS ALEXANDRINUM: taracea marmórea usada sobre todo en época medieval; elementos blancos y negros sobre fondo rojo, o también pórfido rojo y serpentino verde. El nombre viene de Alessandro Severo (222-235), emperador en cuya época se difundió esta técnica.
- OPUS MUSIVUM: mosaico de pared en en pasta vítrea.
La tesela que presento en estas fotos formaba parte de una composición al estilo Opus Tessellatum, aunque de tamaño más pequeño. En las caras laterales y posterior aún presenta evidentes restos del pegamento que la fijaba a las otras teselas y al soporte de la base.
El compuesto más usado por los romanos como base para los suelos es el cocciopesto (añicos pisados).
Para obtener los añicos de arcilla se frantumaban tejas o ladrillos, o restos de cocción fallida de cerámicas. El material machacado era tamizado con una red muy fina, y se separaba el polvo obtenido.
Con una malla más gruesa se repasaba el material sobrante.
En el tamiz quedaban residuos aún más grandes, y se conseguian así tres tipos diferentes de granos, cada uno con una función específica.
El compuesto más usado por los romanos como base para los suelos es el cocciopesto (añicos pisados).
Para obtener los añicos de arcilla se frantumaban tejas o ladrillos, o restos de cocción fallida de cerámicas. El material machacado era tamizado con una red muy fina, y se separaba el polvo obtenido.
Con una malla más gruesa se repasaba el material sobrante.
En el tamiz quedaban residuos aún más grandes, y se conseguian así tres tipos diferentes de granos, cada uno con una función específica.
Sobre la base de cocciopesto se colocaba entonces una capa de mortero, en cuya superficie el mosaiquista disponía directamente las teselas cortadas a mano. Solía ser un trabajo de equipo, y a menudo el artista que pintaba el cartón preparatorio con el dibujo del mosaico, no era el mismo que colocaba fisicamente las piedras. Lo mismo ocurría con el corte de las teselas, operación llevada a cabo por cortadores profesionales y por jovenes aprendistas.
Aquí al lado, un martillo para mosaiquista, herramienta usada aún hoy en día para el corte manual de las piedras.
Aquí al lado, un martillo para mosaiquista, herramienta usada aún hoy en día para el corte manual de las piedras.
DETALLES:
Tamaño: dato no disponible (por verificar)
Peso: lo mismo que arriba
Procedencia:
2003, pero a pesar de mi buena fe, preferiría no dar más detalles...
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