15.10.08

td/022 - Olambrillas de Granada

Conjunto de siete azulejos de cerámica adornados con sujetos tradicionales andaluces.

"Olambrillas" es el nombre exacto de estos elementos decorativos, que son empleados en las pavimentaciones de barro insertándolos entre las normales losetas (como se ve en la foto aquí abajo). Una forma simple y no muy costosa para darle un aire más rico al suelo de casa.

Los azulejos se presentan en cinco tipos diferentes, dos de ellos repetidos, aunque con otros colores:
El castillo, el águila, la granada, el león y el perro.
También estos objetos, como otros ya catalogados, han sido encontrados por mí durante una de mis excursiones en bicicleta en los alrededores de Granada. Sin embargo esta vez en hallazgo ha ocurrido en unas circunstancias peculiares, que os voy a contar a continuación.
Al fin y al cabo podría tener incluso una función educativa...

En 2005, la gira de Deep Purple tocó la "ciudad" de Atarfe, un pueblo a unos kilómetros de Granada. El lugar no es nada especial (me perdonarán los atarfeños) y el concierto tampoco fue inolvidable (nada en comparación con el que ví en Génova en el '94).
De todos modos, justo detrás de el pueblo, se encuentra un alto peñón que domina toda la zona, encabezado por un pequeño santuario: La Ermita de los Tres Juanes, una estructura en realidad bastante reciente construida sobre las ruinas de una antigua fortaleza árabe, y que en esta ocasión ví por primera vez.
El santuario es accesible por una carretera que sube por la ladera menos empinada de la montaña, y es una meta perfecta para ciclistas y excursionistas. Ahora que la había visto de cerca ya no me parecía tan alta, y decidí que algún día yo también subiría ahí con mi bici.

Tenía que ser el mes de julio, y la temperatura en aquella época alcanza y a veces supera los 40°c.
¡Cuántas veces me habrán recomendado de no salir con la bici en las horas de más calor y esperar por lo menos hasta las cinco de la tarde!...
Aún así, la costumbre genovesa de salir a las 3 para no volver con la oscuridad pudo más que cualquier consejo. "Que coño" pensaba yo, "me pongo el casco, me llevo una botellita de agua... ¿Qué podría pasar?"
Bueno, por ejemplo ésto: perder el camino... de hecho nunca había ido hasta Atarfe en bici, y la carretera en algunos tramos no está estudiada precisamente para los que usan los pedales: rotondas, cruces peligrosos, salidas a la autovía, camiones...
Para hacerla breve, en uno de estos cruces debería girar hacia la derecha y voy a la izquierda.

La carretera, de poco traficada que era, se transforma en una verdadera autopista, con vallas metálicas y rótulos electrónicos. El aire caliente y polvoriento levantado por los camiones que me superan a gran velocidad no me hace la excursión muy agradable, así que decido cortar por un camino lateral que parece volver en la direción correcta. "Parece"...
Después de unos kilómetros se hace más estrecho y se mete entre los campos... ninguna señal, ninguna indicación.
Paso en medio de una obra de un barrio residencial que está surgiendo en medio de la nada. Casitas adosadas todas iguales, donde antes sólo había olivos. Cemento, polvo, gruas y máquinas inmóviles bajo el sol (es domingo y la zona está desierta). Leo el nombre del lugar en un cartel, pero no me dice nada. No sé donde estoy ni hacia donde tengo que ir.

Estoy a punto de abandonar la idea de ir hasta la ermita: demasiadas energías gastadas intentando buscar el buen camino, y además ya he bebido la mitad del agua.
A pesar de todo, podría aprovechar la ocasión para explorar un poco esta zona que no conozco. Es un error, pero no me daré cuenta de ello hasta que ya sea tarde.
El camino sube por una colina cubierta de olivos, da una ligera curva a la izquierda, baja al otro lado para volver a subir otra colina parecida a la anterior. Desde ahí lo único que se puede ver en cada dirección son más y más colinas, todas iguales, llenas de olivos plantados a la misma distancia uno de otro... un paisaje hipnótico, casi psicodélico diría yo...

El sol sigue muy alto, el aire está caliente e inmóvil. Sudo. Estoy cansado de subir y bajar de esa manera. La correa del casco me aprieta el cuello, dándome una ligera sensación de nausea. Tengo sed. Paro la bici. Sigo sudando. Apoyo un pie al suelo y me quito el casco. Bebo un poco de agua de la botella. Está caliente y sabe a plástico. Qué asco. Escupo. De repente me siento muy débil y me mareo. Siento que voy a vomitar. Tengo sudores fríos. Respiro hondo. Sólo son unos segundos, luego pasa... Pero sigo bajo el sol, y no veo ninguna sombra... ¡Sí hay una! Unos metros atrás, acabo de superar un muro con una cancela de hierro, el acceso a una propiedad privada. Posiblemente la única sombra en muchos metros. Doy la vuelta a la bici y me encamino hacia ella. Otra vez los mareos. Suelto la bici en medio del camino y me siento al suelo con la espalda contra el muro. Pasa... ya pasa.

10 minutos más tarde sigo ahí, pero ya estoy mejor, ha pasado. Ahora puedo enfocar el ambiente a mi alrededor: hay casas ahí cerca, no estoy tan perdido como me había parecido. A mi lado hay un viejo neumático usado y una montaña de escombros, procedentes sin dudas de la casa que está detrás de esa cancela. Del montón de tierra y cemento asoma también un azulejo. Lo recojo.
Bajo una capa de hormigón seco se intuye un dibujo...
¡Qué chulo! Pero... ¡hay otros! ... Son 2... no, 4... 5... ¡7!
Meto todo en la mochila, me pongo de nuevo el casco y vuelvo de donde he venido, con la esperanza de encontrar el camino más breve para Granada. Mientras, el sol por fin va bajando.

Hoy la lección ha terminado.
Pero estoy tranquilo, aunque mañana haya examen, ¡esta vez la he aprendido muy bien!
Y aquí están las olambrillas.

DETALLES
Tamaño azulejo: cm 7 x 7 x 1
Peso: 500 gr cada uno

Procedencia:
2005, al márgen de un camino entre campos de olivos, en una zona indefinida entre Granada y una meta nunca alcanzada.

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