td/008 - Faro Rinder mod.130

Parte frontal de un viejo faro para motos.

No conozco exactamente el modelo de la moto que lo llevaba, pero tenía que ser muy parecida (si no igual) a la de la foto aquí abajo. Este faro procede del mismo edificio de la granada (td/001), y al igual que la granada es incompleto. De hecho le falta toda la parte posterior con el alojamiento para la bombilla. A pesar de esto el modelo es perfectamente reconocible por la marca en relieve sobre el cristal (vease imágen en el detalle).
El cristal está en parte rayado, razón por la cual probablemente este faro se encontraba en un cajón entre otros trastos en lugar de estar montado en una moto.
Es interesante notar el sistema de encaje que sujeta el proyector y el cristal a su marco metálico, a través de cuatro ganchitos removibles a mano.

Pero hagamos un salto atrás en el tiempo y veamos cual es la historia de estos faros...

En los comienzos de la locomoción motorizada (finales del siglo XIX), el problema de los faros en los coches no se ponía en absoluto. Ya era bastante complicado conducir en pleno día, con todos los imprevistos que podía presentar un automóvil de 1890, como para complicarse más la vida intentando conducir por la noche. Además las mismas carreteras no estaban iluminadas ni asfaltadas, así que los peligros para la circulación eran realmente insuperables.
Por esta razón en las primeras vecturas fueron montadas simplemente las clásicas linternas de los coches de caballos, como las construidas por Henri y Francois Ducellier, que ya desde 1830 en París fabricaban faros a óleo para carros. Eran simples cajas de metal protegidas en la parte frontal por un vidrio, en las que se encendía una lámpara a óleo o una vela: lo indispensable para ser vistos en caso de parada.

No pasó mucho tiempo sin embargo, para que el faro de los coches de caballos dejase a la vista todos sus límites: bastó que la velocidad de los automóviles aumentase, y sobre todo creciera la ansiedad de quien los conducía por usarlos en todas (o casi) las situaciones.
De ahí la creacción de los proyectores, o sea de aparatos que con el uso de espejos o lentillas concentran el flujo de luz en un ángulo más estrecho y enfocado en una cierta dirección.

La fuente de luz ya no podía ser la vela, demasiado débil.
La solución se encontró transfiriendo al ámbito del automóvil una tecnología usada hasta entonces en el ámbito militar y en las minas: el uso del gas de acetileno (carburo de hidrógeno).
El mecanismo funcionaba durante un máximo de cuatro horas, pasadas las cuales era necesario desmontar y limpiar todo, incluídos los espejos y los cristales, las lentillas, las superficies parabólicas... o sea todo lo que contribuía a la propagación de la luz, además de su fuente.

Como suele ocurrir a menudo, el progreso llegó gracias a investigaciones en ámbitos totalmente diferentes. Para empezar, los conductores estaban hartos de las manivelas y soñaban con un encendido automático, o sea eléctrico. En el momento en que se consiguió montar en un coche una instalación eléctrica, ya fue un juego de niños conectar a ella el sistema de iluminación.
Esto sólo fue el comienzo del desarrollo de los modernos faros eléctricos. Los problemas que hubo que superar fueron muchos, entre ellos la necesidad de no deslumbrar con las luces a los coches procedentes de la dirección contraria.

Hoy el haz de luz que sale por la parábola ya viene dirigido: el cristal externo, que hasta hace poco tiempo se encargaba de asegurar precisos ángulos de refracción (como en el caso de este faro), ya no desarrolla ninguna función óptica. De hecho en muchos casos no es nada más que unasimple pantalla, así que puede recibir cualquier inclinación, aspecto facilitado por los nuevos materiales empleados como por ejemplo el policarbonado.

DETALLES:
Modelo: Rinder 130
Diámetro: 13 cm
Peso: 210 gr

Procedencia:
Granada, primavera de 2007. Anónima montaña de trastos y restos de una vida en un bajo maloliente y polvoriento.

Fuente para los textos: Storia dei fari, de Donatella Biffignandi (www.museoauto.it)